Para su colocación, la cabeza del paciente puede estar en posición neutra o ligera extensión. Sujetamos el maxilar inferior del paciente entre el pulgar y el segundo dedo del reanimador, provocando una maniobra de elevación mandibular que permite la apertura de la vía aérea, desplazando la lengua hacia arriba y adelante permitiendo que se separe de la cavidad orofaríngea.
Introducimos el combitubo en la boca empujándolo suavemente contra la lengua y lo hacemos avanzar a ciegas hasta que los anillos negros (marcas) estén en los incisivos o en los bordes alveolares en los pacientes desdentados.
Inflamos el balón faríngeo, balón proximal (nº 1, azul), utilizando una jeringa grande (85-100 ml de aire). Al inflar el tubo se retrae espontáneamente.
Luego inflamos el tubo distal (nº 2, blanco) con 5-15 ml de aire.
En más del 90 % de los casos lo colocamos a nivel esofágico.
Debemos hacer la ventilación de prueba inicialmente a través del orificio esofágico. El aire pasa a la faringe, por encima de la epiglotis, hacia la tráquea a través de las fenestraciones. El balón superior sella el retroceso del aire hacia la faringe superior y boca, una vez que ha sido adecuadamente insuflado.
La auscultación del paso del aire en ambos campos pulmonares confirma la adecuada ventilación con el combitubo en posición esofágica.
Si no auscultamos ruidos respiratorios, debemos suponer que el tubo se ha insertado en la tráquea, por lo que procederemos a insuflar aire por el orificio traqueal y comprobar que efectivamente se consiguimos una ventilación adecuada. En este caso el aire pasa directamente a la tráquea con lo cual hemos conseguido una intubación endotraqueal (pudiendo desinflar el balón proximal).
Es importante reseñar que en la técnica de inserción a ciegas del combitubo, el reanimador puede situarse en cualquier posición: detrás, al lado o al frente del paciente.
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