Siempre que la parada se desencadene de manera súbita y, por tanto, no esperada.
Cuando el paciente enfermo tenga posibilidades de sobrevivir.
Si no existe orden de no reanimar.
Siempre que no exista peligro para el reanimador.
En circunstancias donde pueda existir cualquier duda sobre la conveniencia de reanimar, siempre se deben iniciar las maniobras de resucitación.