Tradicionalmente: la conducta ética del médico se ha guiado por los principios hipocráticos “hacer el bien y evitar el mal sin tener en cuenta, en la mayoría de los casos, la opinión del paciente”.
Actualmente: este concepto ha cambiado en los últimos tiempos y, se requiere que la práctica médica se sustente en los principios de:
- Autonomía: será el paciente el que una vez informado adecuadamente y siempre que conserve capacidad mental, tome las decisiones sobre las actuaciones a seguir en su caso.
Ante una situación de emergencia donde el paciente no puede decidir ni otorgar consentimiento para las actuaciones a realizar por el profesional sanitario, éstas deben llevarse a cabo con el único referente de la capacitación profesional del profesional sanitario.
- Beneficencia: en todos los casos las actuaciones sanitarias tendrán como finalidad la búsqueda del bien del paciente.
- Justicia distributiva: todos los pacientes deben considerarse iguales en cuanto a aplicación de tratamiento adecuado, por encima de consideraciones de raza, sexo, religión o cualquier otro condicionamiento social o económico.
- No maleficencia: evitar en todos los casos las actuaciones que puedan producir daños al paciente.
En nuestro medio, con la lógica evolución de la sociedad y entendiendo las limitaciones de recursos sanitarios en función de circunstancias fundamentalmente económicas, la práctica médica ha asumido la idea de que se haga lo razonable en razón a las circunstancias del paciente.
Se hace necesario valorar el beneficio de las posibles medidas que se adopten sobre el paciente según la situación previa del mismo.